jueves, 29 de mayo de 2008

¿Paz Interior u... ...Oración ante un enfermo?

Cuando oramos por un enfermo, estamos pretendiendo que Dios, el Padre, la Energía universal, etc. interceda en la situación de padecimiento de esa persona, pero olvidamos una cosa esencial:

La Vida no nos pide que “velemos” por los demás, sino que “nos compartamos” con ellos, que demos de lo que alcanzamos a crear en nosotros. Es decir, que ningún Ser superior está por ahí esperando que nosotros le digamos qué queremos que haga, pues siempre estará en mayor conocimiento de lo que debiera hacer, ya que todo lo contempla desde una dimensión de espectro más amplio.

Lo que la Vida los viene pidiendo es que hagamos algo en nosotros que genere aquello que ella misma (la Vida) sí puede transmitir luego hacia aquel a quien lo queremos hacer llegar. Y no hay nada más valioso y eficaz para el óptimo proceso de una persona que padece, que le transmitamos energía esencial, que no es otra que la que dimana de la Paz que generemos en nuestros estados internos, emocionales y de pensamiento; energías de lo que es el sentir de nuestra propia Esencia.

Todo cuanto se mueve en el plano encarnado, sujeto a las leyes de la vida física, precisa de energías materializadas para poder incorporar o modificar algo de su situación presente. Y esto no se va a alcanzar desde la mera acción de palabra o pensamiento. Es preciso generar esa energía dentro de nosotros, a través de los factores emocionales y sentimentales que poseemos como seres encarnados y que da sentido a nuestro proceso en la tierra.

No se mueven las energías internas como acostumbramos a mover el dinero o las cosas materiales. Los procesos internos se mueven con el corazón.

La Palabra no tiene poder si no va unida al Sentimiento. Y el Sentimiento hay que generarlo con la actitud interna en la que nos situamos en cada momento, la cual va a envolver a la palabra para darle el matiz propio de dicha actitud o cualidad energética que generamos dentro. Las palabras sólo satisfacen a los egos, de quienes las pronuncian o de quienes las reciben. El sentir del Corazón llega sin perder fuerzas ni tiempo, con la intensidad real con la que se generó y la velocidad de la luz; no busca protagonismo ni formas bonitas, sino eficacia y transformación.

Quiere esto decir que lo importante no es lo que digamos, sino lo que vivamos dentro de nosotros en el momento de decir (de palabra o de pensamiento) lo que digamos.

Con esto vemos que cuando nos preocupamos por la salud o estado de posible sufrimiento de un ser allegado, lo fundamental no es que oremos (pidamos) por él, sino que generemos dentro de nuestro ser aquella cualidad de energía que más beneficio pueda aportar a dicha persona, y sabemos que para superar cualquier contratiempo o dificultad, lo principal es el poder situarse en la serenidad y en la paz con todo y hacia todo, para que sin alteración alguna permitir a nuestro organismo y a nuestras fuerzas internas llevar a nuestro ser encarnado hacia la condición que precisa, sin ideas preconcebidas que condicionen lo que nuestro proceso interno realmente necesite, teniendo en cuenta la realidad esencial que somos como almas y no como simples cuerpos.

Sabernos cultivar en la Paz Interior, con el oportuno cultivo también de Luz en nuestro entendimiento para la comprensión de los muy diversos procesos de la Vida, es algo que demanda ya nuestra Naturaleza espiritual, ya que a través de esa Luz y Paz Interior nuestras implicaciones cobran un sentido más acercado al Ser individual y colectivo que Somos.

Así pues, ante el conocimiento de una persona querida que sufre enfermedad grave, lo que mejor podemos hacer, más que pedir que otro interceda por ella, sea del rango espiritual que sea, es generar en nosotros mismos mucha Paz emocional y de pensamiento, de confianza en los procesos internos del Ser, y envolver desde nuestro sentimiento a esa persona enferma, para que nuestros fluidos se unan a los suyos y adquieran mayor poder benéfico en su Ser.

Dios nos pide que seamos sus hacedores en la tierra. No espera que le pidamos que Él sea el que haga, sino que aprendamos a expresarlo a Él a nuestro través; que seamos sus manos en la tierra. Todo lo demás es escurrirnos de nuestra propia responsabilidad. Nuestro Ser es Luz y Amor, y tenemos que ir tomando confianza en ello y generando hacia fuera, hacia los demás, esos dos Valores tras posibilitarlos y sentirlos que toman vida dentro de nosotros mismos gracias a las actitudes de vida que optamos por llevar adelante.

Con amor,
Angel Baña

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