viernes, 6 de junio de 2008

-. Reflexionando en voz alta sobre la Existencia terrena .-

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          Tenemos que ir materializando o haciendo realidad en la Tierra aquellos valores que son inherentes a nuestra esencia.
          Plasmar en nuestras actitudes y comportamientos y no solamente en nuestro pensamiento, los valores que vamos descubriendo como pertenecientes a nuestro ser de luz es la función de la encarnación como humanos conscientes.
          Nuestro objetivo principal no es “regresar” a la luz, a nuestros orígenes de Unidad, sino plasmar en nuestra conciencia, en nuestra convicción a través de la puesta en práctica o materialización, la realidad de nuestro ser esencial.
          Tenemos que hacer terrestre la realidad esencial, la realidad espiritual.
          No se trata, pues, de trascender desde lo terreno hacia lo espiritual, sino de materializar la espiritualidad, de hacerla posible en la plena conciencia de la vida material circunscrita al juego o plano de las dualidades.

          Nuestro cuerpo es la “estructuración en el plano de la organicidad” de los valores o contenidos de nuestra mente; entendiendo por “organicidad” la distribución organizada de un conjunto de funciones vitales.
          Y así como el cuerpo nos sirve y ayuda a que sepamos comprender los contenidos de nuestro ser mental, es decir, que nos muestra la realidad mental que caracteriza a cada cual, de un modo en el que podemos observar la correlación de dependencias que unos valores o desarrollos tienen respecto de otros, igualmente nuestra vida encarnada, nuestra expresión en el plano de la dualidad, tiene que ir alcanzando el dar forma manifiesta, ante la conciencia que caracteriza a las vivencias de este plano, todo aquello que es propio de nuestra condición sutil más allá de las limitaciones de la dualidad sujetas al sentimiento de separatividad propio del surgimiento de la individualidad.

          Se trata, en gran medida, de ir sometiendo a la racionalidad, a nuestra capacidad de estructuración y organización mental, hacia el servicio de nuestra imaginación e intuición, a fin de ir logrando más amplias cotas de la percepción y entendimiento de la realidad que nos circunda e inunda.
          Hasta hoy la racionalidad ha pretendido controlar los caminos desarrollados por la imaginación, haciendo recortes en aquello donde se encontraba perdida en sus presupuestos. Es cuestión ahora de que sepa acompañar a la intuición para estar presta a su servicio, como complementariedad, desprovista de prejuicios y condicionantes de los esquemas o estructuraciones contenidos hasta su presente.
          Esto lo iremos consiguiendo gracias a la apertura a percibir incondicionalmente todo cuanto de nuestras situaciones vivenciales pueda llegar a nuestro sentir interno, abierta nuestra conciencia hacia ello desde su estado de paz y confianza.

          Somos, pues, seres de luz que traemos como objetivo el moldear la oscuridad en sus contenidos de luz misma.
          No es la oscuridad o la sombra algo con contenido de negatividad, de mal, sino algo de inmenso valor, que nos da la oportunidad de ir plasmando en el plano de la separatividad los valores inherentes a la inmensidad, a la totalidad o Unidad absoluta.
          Desde que nos “apartamos” de la Fuente, a través de lo cual conseguimos nuestra Individualidad, nuestro camino por la oscuridad del desconocimiento, generador de todo brote de miedo y sufrimiento, tiene como meta el construir dentro de nosotros mismos (en nuestra individualidad) todo aquello que es propio de la Unicidad, del Absoluto.

          Mas dicha meta no es para entrar en competencia o confrontación con la propia Unicidad, de la cual somos parte esencial y con cuyos valores de multiplicidad interactuamos constantemente para lograr aquella meta, sino para posibilitar y ejercitarnos en el sentido de nuestra propia esencialidad, el ser creadores, el multiplicarnos y el multiplicar todo cuanto es, hacia todos los modos imaginables de realidad existencial, que no vendrá a ser otra cosa que el desarrollo infinito del Amor.
          Es así como el Amor crea su propia sombra, su propia oscuridad, su propio vacío existencial, para a partir de él ir dando vida, luz, a cada fragmento de sí, a cada sentimiento de sí mismo, al constante nacimiento de individualidades o universos potenciales.

          Para todo ello solo es preciso que vayamos sumergiéndonos en esa Paz Interior que posibilite a nuestra Conciencia ir tomando confianza en lo que Somos, actuando cada vez más desde el brote de nuestro sentimiento interno, cada vez más allegado a lo esencial, para que lo externo no sea un condicionante sino una tierra fértil donde irlo sembrando.
          Con todo mi amor, ofrezco a este espacio web el fruto de mi actual reflexión escrita acerca de lo que va llegando a mi ser como comprensión del sentido de nuestra existencia terrena. Reflexión que “saco de mí” con la pretensión de compartirla con quien se asome a dicho espacio, para hacer posible seguir “llenándome” de ajustes más precisos en mi conciencia e ir haciendo posible su materialización en la vida cotidiana.
                    Angel

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